domingo, 4 de enero de 2015

 El fin de una búsqueda y el comienzo de un año nuevo...

 

Llegué al Rainforest Discovery Center sin saber qué era lo que me iba a encontrar. Cargué con todo el equipo y madrugué para sacarle a la jornada todo el jugo, despertarse a las 5 de la mañana solo es un pequeño sacrificio si uno acaba logrando aunque solo sea una parte de lo que desea...

Aún no había salido el sol cuando aparqué en mitad de la selva,  impaciente ya por ver a los colibrís... los que ya fotografié y los que aun se me resisten o directamente huyen de mi objetivo.

El Panamá Rainforest Discovery Center se encuentra en el Pipeline Road en los límites de Parque Nacional Soberania a sólo 40 min de la ciudad de Panamá.


Es un proyecto de ecoturismo y educación ambiental administrado por la Fundación Avifauna Eugene Eisenmann, cuyo objetivo es la conservación de las aves a través de proyectos de sostenibilidad ambiental.

El lugar no sólo no defrauda sino que es absolutamente recomendable, por emplazamiento, funcionamiento, por la gente que allí trabaja, la colaboración que ofrecen y los planes de mejora que tienen a corto plazo. Desde ya mismo sé que pronto volveré por allí.

Enseguida me sentí como en casa, acomodé mi set up con la colaboración de un hada buena que vela por ese lugar toda la jornada y a la que debo mucho, pues su café recién hecho me mantuvo alerta todo el día a pesar del calor y la tremenda humedad. Además me proporcionó todo el apoyo, información y sonrisas de sobra para llenar el día de trabajo de buena energía.


Como lo bueno llama a lo bueno y las horas dan para hablar  de mucho y preguntar de todo, comenté que llevo un sinnúmero de viajes por Costa Rica buscando a la hormiga guerrera (army ant). Como en otras ocasiones me  informaron de que acostumbraba a pasar por allí, pero ese día en concreto, no nos había visitado.

Conformado con el eterno plantón de esa hormiga esquiva, seguí a lo mío, ajustando el foco, los flashes y conjurando al ermitaño colilargo, que siempre ha sido el más tímido y elusivo de todos los colibrís que he visto.

Mientras los colibrís zumban alocados alrededor del bebedero y se emborrachan de almíbar, yo les doy la espalda para relajar mi vista unos minutos y, de repente, ahí estan. Una fila de cientos de ajetreadas  "guerreras" suben pared arriba del mirador y allí, atolondrada detrás de una columna de madera me encuentro a la guerrera, con sus enormes fauces y su aspecto temible.





Sin creérmelo aún, trato de atraparla  y su reacción aunque me pilla por sorpresa, no me defrauda. Me  clava sus colmillos con toda su fuerza, que no es poca, tratándose de una hormiga y me hace maldecir y quejarme, aunque una parte de mí se siente pletórico de tener entre los dedos a esta pequeña rabiosa.










De repente esa visita ha tenido un sentido extra y aunque después del encuentro me quedo con las yemas de los dedos doloridas e infectadas por los colmillos que me hincó a placer, lo doy por bueno, porque ese día terminé una búsqueda. Como no puede ser de otra forma, ya tengo otra en mente...


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